Afrontando la Adultez

la adultez

¿DE QUE HABLAREMOS?

En este artículo, exploraremos los factores que influyen en la adultez, un viaje lleno de cambios y desafíos. Vamos a centrándonos en los aspectos cognitivos, físicos y ambientales que configuran esta fase crucial de la vida.
la adultez

¿DE QUE HABLAREMOS?

En este artículo, exploraremos los factores que influyen en la adultez, un viaje lleno de cambios y desafíos. Vamos a centrándonos en los aspectos cognitivos, físicos y ambientales que configuran esta fase crucial de la vida.

VEAMOS…

 

La adultez es una etapa de la vida marcada por una serie de cambios físicos, psicológicos y sociales que acompañan a cada individuo de manera única.

Durante esta etapa, enfrentamos desafíos y transformaciones que pueden afectar nuestro bienestar y calidad de vida.

Algunos de estos cambios son procesos graduales e inevitables de deterioro corporal y/o mental que nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida, y otros, están influenciados por factores ambientales, estilo de vida, etc.

En este artículo, exploraremos estos factores que influyen en la adultez, centrándonos en los aspectos cognitivos, físicos y ambientales que configuran esta fase crucial de la vida.

 

Pero, empecemos por el principio…

Esta es una etapa extensa, que abarca aproximadamente desde los 27 hasta los 64 años (dependiendo del país*).

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*Si tenemos en cuenta el concepto de adultez en zonas como Chad o Nigeria, es una etapa considerada precursora de la muerte, pues en su caso no existe lo que conocemos como vejez.

Si nos fijamos en la esperanza de vida, en España, es superior (80.9 años en comparación con los 78.6 años de Alemania) o muy superior (80.9 años en comparación con los 52.8 años de Chad) a la de otros países (Comparación de la esperanza media de vida, 2019). De hecho, dentro de España, hay notables diferencias entre las comunidades autónomas según el Instituto Nacional de Estadística; por ejemplo, en Cataluña se sitúa en 82.26 años, en Melilla en 78.82 y en el País Vasco en 83.17 años.

 

 

Ahora, entremos en materia…

 

 

En el ámbito cognitivo

Los cambios característicos pueden ser de diferentes tipos y niveles.

Existe un deterioro progresivo de las células que también afecta a las conexiones sinápticas, neuronales y nerviosas, de igual modo, esto no tiene por qué ser necesariamente un problema, sino simplemente un hecho biológico.

 

(Aun así, hay que valorar, que con la edad pueden aparecer enfermedades, como por ejemplo el Alzheimer, con las que si pueden presentarse pérdidas cognitivas severas.)

 

Y es que… aunque nos guste pensarlo, no todo es negativo…

Pues es importante tener en cuenta qué tipo de capacidades cognitivas y/o que tipo de inteligencia se está evaluando!

  • La inteligencia fluida, por ejemplo, se refiere a la capacidad de adaptación y rendimiento frente a tareas nuevas o abstractas, y muestra un declive ya antes de los 30 años.

 

  • En cambio, la inteligencia cristalizada, la capacidad de aplicar la experiencia y la educación para resolver problemas, no muestra un declive significativo antes de los 60 o 70 años.

(González & Díaz, 2020).

 

 

Entonces… a diferencia de lo que acostumbramos a creer,

 

Uno de los aspectos más relevantes en la adultez es el desarrollo cognitivo.

 

A medida que envejecemos, experimentamos cambios en nuestras habilidades mentales y procesos de pensamiento.

El Pensamiento Postformal (Commons y Ross, 2008), por ejemplo, es una característica distintiva de esta etapa.

Incluye:

  • El relativismo, que se relaciona con la capacidad de comprender que no hay soluciones universales, sino que dependen del contexto y la perspectiva

 

  • El pensamiento dialéctico, que implica la capacidad de integrar perspectivas contradictorias en marcos más inclusivos y generar propuestas creativas para resolver problemas cotidianos (Commons y Ross, 2008).

 

  • y, la capacidad de identificar elementos clave en los problemas, plantear las preguntas adecuadas, detectar inconsistencias, etc.

 

Por lo tanto, en la adultez, a nivel cognitivo, se trata de integrar un marco más amplio del pensamiento, acercándose a la sabiduría y al conocimiento experto que están relacionados con un juicio adecuado, en la resolución de problemas cotidianos

 

Esto lo sabemos gracias a la medición del rendimiento intelectual, que aunque puede variar según el tipo de estudios (longitudinales o transversales) y los instrumentos utilizados, nos sirve para entender como va cambiando nuestro ‘cerebro’ en este ámbito.

Y, aunque, no existe un patrón claro en cuanto al envejecimiento cognitivo, si ha podido ser observado que diversos factores como los valores culturales, el estatus social, los aspectos de la personalidad, el estrés, las enfermedades crónicas, cardiovasculares o musculares, etc. Son factores muy importantes para valorar el rendimiento intelectual y sus variaciones con la edad.

 

Así pues, veamos a que nos referimos…

 

 

A nivel ambiental

 

El envejecimiento puede ser influenciado, como comentábamos, por diferentes factores: la época/momento histórico en que se nace y/o se vive, la generación a la que se pertenece, la educación recibida, el estilo de vida, la estimulación intelectual, las dietas, la actividad física, el tabaquismo, la contaminación, el estrés, las desigualdades sociales y económicas, etc. 

 

Así pues, el entorno en el que vivimos desempeña un papel crucial en nuestra experiencia y percepción de la adultez, lo que puede influir en cómo enfrentamos los cambios y desafíos que surgen en esta etapa (Sánchez, 2018).

Veámoslo con más detalle…

En primer lugar, el contexto cultural influye en nuestras expectativas y percepciones sobre la adultez.

Cada cultura tiene sus propias creencias y valores respecto a lo que se considera «adecuado» o «normal» en esta etapa.

  • Por ejemplo, en algunas culturas, se espera que los adultos sean independientes y estables económicamente a cierta edad, mientras que en otras, se valora más la cohesión familiar y el apoyo intergeneracional.

Estas diferencias culturales pueden influir en cómo nos sentimos acerca de nuestros logros y metas en la adultez (Sánchez, 2018).

 

 

El lugar geográfico en el que vivimos, también juega un papel importante.

Los factores ambientales pueden variar significativamente según la región o país en el que nos encontremos.

  • Por ejemplo, las oportunidades laborales, los servicios de salud, la tecnología, la seguridad y la calidad del entorno pueden ser muy diferentes en áreas urbanas y rurales.

Estas disparidades pueden afectar nuestra calidad de vida y bienestar en la adultez (Sánchez, 2018).

 

 

El entorno social es otro factor clave que influye en la adultez.

Nuestra red de apoyo, que incluye familiares, amigos y comunidad, puede proporcionarnos el respaldo emocional y práctico que necesitamos para afrontar los cambios y desafíos que surgen en esta etapa.

Un entorno social sólido puede ser una fuente de apoyo y empoderamiento, ayudándonos a desarrollar una mayor resiliencia y adaptabilidad (Sánchez, 2018).

Asimismo, el entorno laboral y las condiciones socioeconómicas pueden desempeñar un papel significativo en cómo enfrentamos la adultez.

La estabilidad laboral, las oportunidades de desarrollo profesional y el acceso a recursos económicos pueden influir en nuestra percepción de la seguridad y el bienestar en esta etapa.

Por otro lado, la inestabilidad laboral o la falta de recursos pueden generar tensiones y preocupaciones adicionales (Sánchez, 2018).

 

 

Los factores ambientales también están relacionados con nuestro estilo de vida.

La alimentación, la actividad física, el tabaquismo y el nivel de exposición a la contaminación son aspectos que pueden afectar nuestra salud física y mental en la adultez.

Un estilo de vida saludable puede contribuir a un envejecimiento más activo y satisfactorio, mientras que hábitos poco saludables pueden tener efectos negativos en nuestro bienestar (López, 2018).

 

En resumen, es fundamental reconocer la importancia de estos factores y tomar conciencia de cómo afectan nuestra calidad de vida en esta etapa crucial de la vida.

 

Pero…¿Y que pasa con el físico?

 

En el ámbito físico

 

 

La adultez está marcada por una serie de cambios físicos que acompañan a cada individuo de manera única. Estos, son procesos graduales e inevitables de deterioro corporal que nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida.

Se producen alteraciones en el cuerpo que pueden tener un impacto significativo en nuestra calidad de vida y bienestar general.

Uno de los cambios más evidentes y comunes en la adultez es el envejecimiento de la piel, la aparición de canas, arrugas, etc.

Si bien estas transformaciones son naturales y forman parte del proceso de envejecimiento, pueden tener un impacto en la autoestima y la percepción de la belleza en algunas personas (Blanco, 2017).

Además, la disminución de la capacidad visual es otra característica física que puede experimentarse.

La presbicia, o pérdida de la capacidad para enfocar objetos cercanos, es un fenómeno normal asociado con la edad.

También pueden surgir problemas auditivos, como la pérdida gradual de la audición.

Estas disminuciones en las capacidades sensoriales pueden afectar la forma en que interactuamos y nos comunicamos con los demás (Blanco, 2017).

El debilitamiento muscular y la reducción de la fuerza también ocurren en la adultez, pues a medida que envejecemos, la masa muscular tiende a disminuir, pudiendo afectar nuestra capacidad para realizar actividades físicas y cotidianas.

Además, los períodos de recuperación después de actividades intensas pueden volverse más largos, lo que puede requerir ajustes en nuestros hábitos de vida y rutinas (Blanco, 2017).

 

Asimismo, muchas personas experimentan la menopausia o andropausia, que son procesos naturales asociados con cambios hormonales en las mujeres y los hombres, respectivamente.

Estos cambios hormonales pueden tener una serie de efectos en el cuerpo y la mente, incluyendo sofocos, alteraciones del estado de ánimo y cambios en la libido.

Si bien estos síntomas son normales, pueden generar malestar emocional y físico en algunas personas (Blanco, 2017).

 

El tabaquismo y la exposición a la contaminación ambiental son factores que también pueden tener un impacto negativo en la salud física en la adultez. El tabaquismo está asociado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, pulmonares y cáncer, mientras que la contaminación puede afectar la función pulmonar y la salud respiratoria (López, 2018).

 

Las desigualdades sociales y económicas también pueden influir en la salud física en la adultez. Las personas con menor acceso a recursos económicos y servicios de salud pueden enfrentar mayores desafíos para mantener una buena salud y bienestar. Además, el estrés asociado con la inseguridad económica y las dificultades sociales puede tener efectos negativos en la salud física y mental en la adultez (López, 2018).

 

En conclusión, los factores físicos desempeñan un papel fundamental en la adultez y pueden influir significativamente en nuestra calidad de vida y bienestar general.

El envejecimiento natural del cuerpo, los cambios hormonales, la disminución de las capacidades sensoriales y musculares son parte del proceso normal de envejecimiento.

Sin embargo, una alimentación saludable, la actividad física regular y la eliminación de hábitos nocivos, son clave para mantener una buena salud en esta etapa de la vida.

Además, es importante abordar las desigualdades sociales y económicas que pueden afectar la salud y el bienestar de las personas.

 

AHORA BIEN…

Todos estos cambios no ocurren al mismo tiempo ni de la misma manera en todos los individuos, y tampoco afectan de la misma manera según el sexo de cada persona.

Sin embargo, en general, provocan malestar, baja autoestima y una sensación de impotencia frente a lo que antes podíamos hacer.

Las personas que atraviesan estos cambios suelen encontrarse en un momento de la vida que Triadó (2019) describe como una especie de «entremés», entre las necesidades y atenciones que requieren sus hijos, a veces adolescentes con los cambios de humor propios de esta etapa, y las de sus propios padres.

A esto, (por si fuera poco) a veces se suman cambios o inestabilidades laborales, lo que puede generar, (y genera) tensiones, depresión, impotencia, etc., y en última instancia, infelicidad.

Estos sentimientos pueden estar relacionados con los estereotipos y connotaciones negativas asociadas a esta etapa, lo que entra de lleno en lo que Butler (1975) llamó «edatismo», es decir, discriminación debido a la edad.

 

 

 

¿QUE CONCLUIMOS DE TODO ESTO?

Afrontar todos estos cambios y desafíos puede ser un cóctel difícil de tragar, superar o afrontar…

Cada individuo afronta esta etapa de la vida de diferentes maneras, dependiendo de sus herramientas, recursos, cultura, apoyo y demás factores que puedan influir en su bienestar.

Algunos pueden optar por la pasividad, sin tomar medidas o tener conocimiento de los cambios, mientras que otros se mantienen activos, ejercitando y cuidando sus capacidades cognitivas. También pueden surgir quejas y emociones negativas, pero el afrontamiento dependerá en gran medida de las circunstancias personales y del entorno.

No debemos olvidar el papel que juega el entorno en todo esto. La familia, los amigos, los recursos y herramientas disponibles, la decisión de tener o no hijos, la personalidad y la carrera profesional son factores muy importantes a la hora de valorar y afrontar esta etapa y los cambios que conlleva.

En cuanto a las relaciones de pareja, cada individuo vive su propia experiencia. Algunos encuentran el apoyo y la adaptabilidad en su relación, mientras que otros enfrentan desafíos y cambios importantes debido a la maternidad, la paternidad o la situación laboral.

 

 

Asi,

En general podemos decir que, encontraríamos personas que nos llevarían a pensar que no hay grandes cambios a nivel psicológico, que es una etapa de mucha estabilidad, calma y tranquilidad.

Sin embargo, lo que hemos podido comprobar es que no es así, al menos no para todos; y que a nivel científico, se detectan cambios tanto psicológicos como cognitivos en las poblaciones estudiadas.

Por lo tanto, podemos concluir que no es cierto, al menos no para todos, que la adultez sea una etapa de mucha estabilidad o de calma, ya que ocurren muchas cosas en estos años; y las personas afrontan todos estos cambios, como ya hemos dicho, básicamente como pueden, según los recursos, condiciones, entorno, experiencia, etc., de los que disponen.

 

 

En definitiva, la adultez es una etapa llena de cambios y desafíos, pero también de oportunidades para crecer y disfrutar de la vida, pero también puede ser una etapa de tensiones, depresión e infelicidad.

Cada individuo tiene su propia historia y afronta esta etapa de manera única, lo importante es contar con herramientas y recursos para enfrentar estos cambios de manera positiva y enriquecedora.

Aceptar y comprender que la adultez es una etapa natural en el ciclo de la vida nos permitirá vivir esta etapa con mayor plenitud y bienestar.

 

 

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