¿Qué pasa con los grupos de amigos?
Antes de todo, me gustaría recomendar el video que encontrarás en este enlace, es muy breve: UNICEF (2015): Adolescentes: Lo que de verdad pensamos de ellos.
De quienes lo hayan visto, muchos se han sentido reflejados en este vídeo. Y es que, ¿qué manía tienen todos estos jóvenes nuestros en no dejar que nos quedemos tranquilos verdad? Cambian de grupo, de amigos, de repente parece que nos los hayan cambiado… Bien, es que a ellos también les están cambiando, tanto los factores que llevan dentro, esas famosas hormonas, como las expectativas culturales con las que los ahogamos, muchas veces sin querer, o sin verlo.
Como explicó Dexter Dunphy (1963), la estructura del grupo de amigos va cambiando; primero acostumbran a formar grupos del mismo sexo; más adelante, se empiezan a interesar unos a otros y, a compartir parte de su tiempo, pero sin acabar con la fractura; más adelante, los líderes de éstos, comienzan a formar relaciones románticas, y los demás miembros les siguen; llegando a la etapa final, donde normalmente se terminan formando grupos mixtos.
Según los estigmas sociales a los que estén sometidos,
así como factores del tipo, popularidad, atractivo físico, inteligencia, habilidades sociales o la predisposición hacia el mundo académico o la vida social… (Hartup, 1996; Cillessen y Bukowski, 2000; Kinney, 1993), sus iguales, los clasificarán; por lo que no tienen libertad real a la hora de elegir a qué grupo pertenecen.
Si son considerados populares o atractivos, los aceptarán en ciertos grupos que se consideran a sí mismos »correctos/mejores/’guays’/etc.’, lo que probablemente hará, que el jóven se considere más que en otros grupos, y esto le llevará hacia caminos que, por mucho que no encajen con lo que el propio joven piensa, harán que se mantenga en ese grupo, ese estigma, etc. (Cosa que no tiene porqué significar que sea un mal camino). Pero también puede ocurrir al contrario, que les rescindan del grupo por los mismos estigmas o motivos.
Durante la adolescencia, ocurren muchos cambios internos y externos, que generan fluctuaciones en todo lo que acabamos de explicar.
Y lo que ocurre básicamente es, como explicaban Inhelder y Piaget (1958), que sólo intentan conseguir del ambiente la información y estimulación que correspondan al grado de madurez de su pensamiento; esto muchas veces les pone en situaciones o contextos que nos parecen completamente desacertados.
Y no es que no tengamos razón de preocuparnos, pero todos ellos necesitan estos “experimentos” para descubrirse.
‘¿Cómo puede ser, ir a una fiesta donde los asistentes son mayores y no hay supervisión adulta o negarse a formar parte de las ideas y tradiciones de un colectivo por ejemplo religioso; una buena forma de aprender?’
Pues lo es, por mucho que nos pese y nos parezca que de repente se han vuelto, como dice el video, estúpidos…
Por tanto, antes de nada, digamos no al susto y tratemos de entender que está pasando con nuestros queridos y criticados jóvenes.
¿Se han fijado en cómo, estos mismos cerebros demasiado hormonados, pueden llegar a ser todo lo que nunca hemos podido imaginar?
Queridos padres, profesores y adultos en general, por favor, tengamos calma y paciencia, pues los cambios que comportan el desarrollo, como la cultura, la presión social y/o ambiental, las inquietudes, las hormonas, los cambios físicos y cómo entiende todo esto nuestro entorno, son los que provocan todos estos cambios en la composición de los grupos de amigos y grupos sociales, en sus formas de ver el mundo, en sus formas de pensar y de actuar, etc.
Evidentemente,
esto no significa que no debamos seguir educándolos y ‘protegiéndoles’ de algunas de sus decisiones y experimentos. Pero, aunque no lo parezca, al final, todas estas cosas les harán encontrar su sitio y a sí mismos, aunque ahora parezcan perdidos y locos.
¿A QUÉ NOS LLEVA ESTO?
Pues nos lleva a que es una etapa complicada de cambios y estrés que cada adolescente afronta como buenamente puede. A pesar de ser un período necesario e inevitable, es muy probable que no se sientan ‘preparados’ o ‘capaces’, que no terminen de entender que sucede en sus mentes, en sus sentimientos o en sus cuerpos o en el entorno. Y aunque por fuera parezcan muy ‘valientes’ y a veces ‘chulitos’, es posible que solo sea su forma de no mostrar lo que realmente piensan y sienten, o incluso, que sea lo que han aprendido del entorno. Actualmente, para acabar de complicarlo, las nuevas tecnologías, las redes sociales, la globalización, la cosificación (de ambos sexos) etc. Estereotipan, señalan y etiquetan, cómo deben ser o actuar, que deben hacer, con quien, cómo y dónde; y, por consiguiente, los confunden e influyen aún más; cosa que no ayuda en absoluto.
¿Y QUE HACEMOS?
Poco hay que se pueda hacer al respecto en realidad… Pero como decíamos en el artículo sobre la adolescencia, el apoyo, la escucha, la comprensión y la ayuda son los mandamientos a seguir en esta etapa.
Fomentar la lógica y el razonamiento (aunque a veces es muy complicado puesto que tienen respuesta y argumentos para todo), inculcar valores éticos y morales, escucharles mucho y con calma, darles toda la información que necesiten o deban tener, preguntarles como se sienten, como les trata el entorno o el grupo, ayudarles a entender lo que necesiten, etc. Puede parecer ‘poco’, pero son factores que contribuyen a que su desarrollo vaya por el buen camino.
¿Y NOSOTROS, COMO CONSEGUIMOS NO VOLVERNOS LOCOS MIENTRAS LO HACEN?
Antes de llevarnos las manos a la cabeza y ofuscarnos, debemos recordar como éramos nosotros a su edad y que hacíamos o con quien íbamos. Una vez hecho eso, estaría bien considerar que los tiempos han cambiado, las influencias, las oportunidades y las herramientas de las que disponen, son diferentes, los medios, las redes, la sociedad y la cultura, han cambiado y tener todo esto en cuenta muy probablemente nos ayude a comprender porque hacen y dicen de una forma u otra. Al comprenderlo podemos actuar en consecuencia.
Por otra parte, debemos permitirles que exploren y vivan todo este proceso con la ayuda necesaria pero a su manera (dentro de lo posible, de lo sano y lo razonable), manteniéndonos alerta por si hubiera factores, amistades o situaciones que les pongan en riesgo. Cuando es así, lo primero es hablarlo con nuestros hijos, informales del riesgo, darles toda la infromación necesaria al respecto y buscar (si es posible) llegar a un entendimiento sin tener que imponerles nada de forma autoritaria del tipo ‘porque no digo yo’ (pues cuando es así, surgen otros problemas como las ‘fugas a media noche’, las mentiras, etc.).
Es muy probable que no quieran hacer caso, que nos tachen de controladores o que se pongan hechos un basilisco; de nuevo,
si es posible lo ideal es buscar un punto de entendimiento,
pero cuando hay motivos para no aceptar el camino que están tomando, hay que utilizar la autoridad siempre con argumentos, información y comprensión.
Es difícil porque lo van a querer discutir, nos van a decir de todo menos bonitos y van a tratar de hacer lo que quieran o consideren, pero hay que insistir y hacerles entender que esa no es la vía, que esas no son las compañías apropiadas (siempre con argumentos e información) y que estamos a su lado para ayudarles y para protegerles, que entendemos que no estén de acuerdo con nosotros pero que lo hacemos por su bien.
HABLEMOS DE MI
DICHO TODO ESTO,
Queridos padres, profesores y adultos en general, por favor, tengamos calma y paciencia, pues los cambios que comporta el desarrollo, así como la cultura, la presión social y/o ambiental, las inquietudes, las hormonas, los cambios físicos y cómo entiende todo esto nuestro entorno, son los que provocan todos estos cambios radicales en su forma de pensar, en su forma de actuar y reaccionar y también en la composición de los grupos de amigos y grupos sociales, o en sus formas de ver el mundo, etc. Y, básicamente, es lo que conforma esta etapa.
Evidentemente, esto no significa que no debamos seguir educándolos…
Pero aunque no lo parezca, al final, les harán encontrar su sitio y a sí mismos, aunque ahora parezcan perdidos y locos.