¿Qué pasa con las decisiones en la adolescencia?
El entorno, la sociedad, la cultura, los cánones, etc. son factores que influyen en nuestros pequeños adultos y en el cómo toman las decisiones.
Es evidente que, tras un primer período de asimilación, se va dejando atrás la pubertad como tal para entrar en la adolescencia (momento en que aparecen cambios psicológicos y sociales).
En este momento, actualmente, hay una enorme presión social y cultural para adaptarse a lo que ‘hacen los demás’, el entorno.
Por otro lado, la maduración hace que busquen en el ambiente información y estimulación que correspondan al grado de madurez de su pensamiento, cosa que influirá en las decisiones y en las acciones.
A los, 12 años (cuando normalmente se inicia la educación secundaria), están en el estadio de las operaciones formales, muy relevante para el desarrollo cognitivo y la capacidad de encontrar la respuesta correcta a problemas complejos de múltiples variables, pero todavía no ha alcanzado su máximo exponente y por tanto las decisiones que puedan tomar pueden no ser adecuadas ni seguras para ell@s, más aun si le sumamos el cóctel hormonal que afecta a todo su sistema.
Además, el tipo de pensamiento que impera en los adolescentes, es el dualista, es decir, correcto o incorrecto, democrático o autoritario, y emplean el juicio reflexivo y también la atención selectiva por lo que es muy probable que presten atención a la información que para ell@s es relevante (podría ser pasarlo bien, experimentar cosas nuevas, ‘todos hacen/prueban esto, yo también’) y eliminar la irrelevante (el riesgo que esto comporte).
Hay que tener en cuenta también el papel que juegan las emociones, que según algunos expertos, son más intensas y variables en estas edades, y afectan a la cognición.
Hay estudios que indican que la competencia en la toma de decisiones de los adolescentes, aunque detectan más opciones, anticipan las posibles consecuencias y evalúan e integran mejor la información, es menor a la hora de tomar decisiones ‘correctas’ , como puede concluirse del estudio de Lewis (1981).
Y aunque, adolescentes y adultos no muestren diferencias significativas en los procesos de toma de decisiones frente, por ejemplo a probar una droga, la posibilidad de que otros los consideren audaces o tímidos,
puede provocar que los adolescentes se sientan más atraídos por el posible placer de la búsqueda de sensaciones,
más ansiosos por lo que otros piensen, y/o provocar una evaluación, menos terrible, de sus posibles consecuencias.
Por tanto tienen más probabilidades de decidir probar una droga/alcohol/etc. y en el caso de una fiesta o en momentos en los que no haya ningún tipo de supervisión, se acentúa.
También existe una tendencia a quitar importancia a las conductas que son un riesgo para la salud, pensando que es más probable que los accidentes o problemas les ocurran a los demás, lo que se llama sesgo optimista y en los adolescentes este sesgo impera en muchas ocasiones, como decíamos, evaluándonoslos de forma menos terrible los posibles riesgos o consecuencias.
La teoría reciente de Paul Klaczynski (2001, 2004, 2005) considera que, más allá de las decisiones tomadas analíticamente, las toman también de forma heurística, es decir, basándose en factores intuitivos como la experiencia previa, emociones y las motivaciones inconscientes. Punto similar al de Steinberg y Cauffman (1996, 2001; Cauffman y Worlard, 2005; Grisso, Steinberg, Cauffman et al., 2003) que exponen que los adolescentes tienen más probabilidad de sufrir la influencia de factores psicosociales como las emociones y el deseo de ser aceptados por otros.
Todo esto afecta enormemente a su capacidad para tomar dichas decisiones
Además hoy en día toda la atención está centrada en el físico, en el ‘éxito’, en la popularidad y en una serie de ideales, en tanto fantasiosos, de como hay que vivir para ser ‘feliz’.
Les bombardeamos constantemente con anuncios donde la cosificación es el plato central, donde hay unos cánones de belleza temerariamente inalcanzables y donde la re-interpretación comercial de la realidad no es responsable.
La adolescencia es una época vital para la socialización por género.
De acuerdo con la hipótesis de la intensificación del género, es en este momento donde las diferencias psicológicas y conductuales entre ambos sexos se pronuncian debido a las presiones de socialización para conformarse con los papeles prescritos por la cultura y la sociedad en la que se encuentren (John Hill y Mary Ellen Lynch, 1983; Lynch, 1991)
En el caso de las chicas, aumenta la conciencia sobre sí mismas y su físico; ser físicamente atractiva es una parte importante del papel del género femenino; tienen mayor interés y habilidad para forjar amistades íntimas, porque han sido socializadas para creer que es parte de su feminidad (Hill y Lynch, 1983), Galambos, (2004) y Wichstrom, (1999)
En el estudio de Crouter, Manke y McHale (1995), se halló que la intensificación del género no afecta igual a todos los adolescentes, sino en especial, a aquellos expuestos a presiones de socialización, de los padres, que influyen sobre la conformidad con el género, para ajustarse a los papeles tradicionales.
Hay un contraste entre los rasgos expresivos en las mujeres ( emociones y relaciones), y los rasgos instrumentales ( acciones y logros ) en los hombres (Lips, 1993; DeLisi y Soundranayagam, 1990); esto ayuda a que se mantengan ciertos roles más tradicionales y a que el paso por esta etapa sea aún más enrevesada y pedragosa.
¿A QUÉ NOS LLEVA ESTO?
Pues nos lleva a que es una etapa Actualmente, para acabar de complicarlo, las nuevas tecnologías, las redes sociales, la globalización, la cosificación (de ambos sexos) y, curiosamente, la enorme falta de información (me refiero a la información real, importante y necesaria) ; estereotipan, señalan y etiquetan, cómo deben ser o actuar, que deben hacer y dónde deben ir nuestros adolescentes; y, por consiguiente, los confunden aún más; cosa que con todo ese caos y presión, no ayuda en absoluto.
Si a esto, le sumamos todo lo que hemos explicado en los artículos de esta sección sobre: la socialización diferencial por género, el papel que juegan los padres, los cambios en los grupos de amigos, el entorno y sus características; obtenemos un sinfín de presión, tanto externa como interna, que en cada uno afecta y se expresa de forma distinta.
Todo ello evidentemente e inevitablemente influye en el proceso de toma de decisiones.
¿Y QUÉ HACEMOS?
Como venimos diciendo a lo largo y ancho de la sección… El apoyo, la escucha, la comprensión y la ayuda, son fundamentales.
Fomentar la lógica y el razonamiento (aunque a veces es muy complicado puesto que tienen respuesta y argumentos para todo), a mantener unas normas pero ‘negociadas’ (que no sean imposiciones, darles un poco de margen de decisión y negociación al respecto, según su madurez), a darles responsabilidades acorde a sus capacidades, a escucharles mucho y con calma, a darles toda la información que necesiten o deban tener, a permitirles (siempre que sea posible) que se apoyen en aquello que les ayude, etc.
¿Y NOSOTROS, COMO CONSEGUIMOS NO VOLVERNOS LOCOS?
La base radica en entender que es una etapa ‘complicada’, Antes de llevarnos las manos a la cabeza y ofuscarnos porque ‘ no se puede ser tan así (como sea)’, debemos recordar como éramos nosotros a su edad y que nos decían nuestros padres o como les sacábamos de quicio por cosas que considerábamos diferente.
Una vez hecho eso, estaría bien considerar que los tiempos han cambiado, las influencias, las oportunidades y las herramientas de las que disponen, son diferentes, los medios, las redes, la sociedad y la cultura, han cambiado y tener todo esto en cuenta muy probablemente nos ayude a comprender porque hacen y dicen de una forma u otra. Al comprenderlo podemos actuar en consecuencia.
DICHO TODO ESTO,
Queridos padres, profesores y adultos en general, por favor, tengamos calma y paciencia, pues los cambios que comporta el desarrollo, así como la cultura, la presión social y/o ambiental, las inquietudes, las hormonas, los cambios físicos y cómo entiende todo esto nuestro entorno, son los que provocan todos estos cambios radicales en su forma de pensar, en su forma de actuar y reaccionar y también en la composición de los grupos de amigos y grupos sociales, o en sus formas de ver el mundo, etc. Y, básicamente, es lo que conforma esta etapa.
Evidentemente, esto no significa que no debamos seguir educándolos y ‘protegiéndoles’ de algunas de sus decisiones y experimentos. Pero aunque no lo parezca, al final, les harán encontrar su sitio y a sí mismos, aunque ahora parezcan perdidos y locos.